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Vilacendoi no es un nombre ficticio. Este pueblo existe y está situado a pocos kilómetros de Lugo, a orillas del río Miño. Esta pequeña aldea está formada por un reducido grupo de casas campesinas, típicas de la comarca, en las que predomina la pizarra como elemento constructivo. En muchas de esas viviendas puede que aún se guarden los instrumentos de la banda de música local, que también existió. Las generaciones actuales de adultos no llegaron a disfrutar de ella, pero han oído hablar a los ancianos de su buena fama. El autor e ilustrador de esta obra, que es de origen lucense, considera “un milagro” que una banda de música de dimensiones y recursos limitados llegara a brillar en aquel tiempo, de ahí el homenaje que le brinda con esta obra. En ella recurre a sus recuerdos de la infancia, a los ecos de la voz de quienes fueron testigos de memorables noches de verbena al son de aquella banda. Su relato es una especie de crónica rural, a medio camino entre lo verosímil y lo inverosímil.